8 nov 2010

Con Benedicto, por supuesto

Agotador, porque me pasé prácticamente el día entero de pié y casi todo el tiempo parado, sin caminar, pero ha valido la pena.

Lo vimos poco, menos de lo que nos gustaría, aunque pienso que si lo hubiese visto durante tres horas enteras me seguiría pareciendo poco. Lo vimos unos pocos segundos, cuando pasaba en el papamóvil procedente de Lavacolla y camino de la Catedral en la cuidad del Apóstol. Como miles de personas, gritamos a su paso, nos alegramos con él y le acompañamos para que no se sintiese solo en ningún momento de su recorrido.

Después caminamos unos kilómetros hasta el centro. Pudimos llegar a la Plaza de La Quintana donde seguimos la misa de la tarde.

Regresamos cansados, sobre todo los niños, y nos fuimos a dormir pronto porque lo necesitábamos.

El domingo seguimos, por la televisión y la radio, gran parte de su visita a Barcelona. Cuando ya había despegado de regreso a Roma, llamamos a una familiar que vive en Barcelona y descubrimos con alegría que había estado en el interior de la Basílica aquella mañana.

Como de costumbre, los mensajes claritos y los contenidos de siempre: la familia, la vida desde la concepción hasta la muerte natural, etc. Al final, visita a un centro de atención a personas con Síndrome de Down. No ha sido por hacer algo entrañable, ha sido un claro mensaje a los defensores del aborto eugenésico: cualquier persona, tenga o no alteraciones, deficiencias o limitaciones, tiene dignidad y su vida se debe respetar. El que no quiera entender, es su problema, pero más claro no se puede.

De despedida, un encuentro “cordial” con Zetapé, que no quiso aparecer antes por miedo a una monumental pitada.

Santo Padre, yo sí le esperaba, y ahora estoy esperándole de nuevo, hasta el verano de 2011 en Madrid.

1 comentario:

Natalia Pastor dijo...

La verdad es que fue emocionante e imagino vuestra satisfacción y alegría al presenciar en vivo la llegada del Santo padre.