Me tenéis que perdonar. Pensaba hacer una serie de post acerca de la Semana Santa pero la falta de tiempo para ello me lo está impidiendo.
Así pues, he decidido hacer, después de los dos previos sobre el tema, un compendio de lo que me falta por hablar pero, evidentemente, mencionándolo más superficialmente. Aviso ya de que será un
post largo, pero mucho menos que si dedicase uno a cada cosa. Y perdón si hay faltas de ortografía o muñonadas parecidas porque lo voy a escribir rapidito que no tengo tiempo de más.
Esta tarde voy a comenzar, tal como comenté el otro día, a dedicar mi tiempo a la oración y a la familia, así que hasta el lunes de pascua no postearé de nuevo.
En el Jueves Santo recordamos básicamente la Última Cena del Señor con los doce apóstoles y, por tanto, la
institución de la eucaristía (de la que ya he hablado algo), la
institución del sacerdocio, recordemos que dijo “Haced esto en memoria mía”, y el
anuncio de su pasión y la traición de Judas.
El Viernes Santo es el día más denso de toda la Semana Santa. En él recordamos
la pasión y muerte de Cristo. Cada una de las partes de la pasión merecería un post independiente pero no puedo hacerlo, así que me conformaré con mencionarlas y poco más.
Todos recordamos, quizá por lo llamativas, las partes físicamente más dolorosas, como son la flagelación o la coronación de espinas, así como las caídas con la cruz a cuestas.
Pero vamos por orden, ya que tanto y más importante que eso fueron otras cosas que tuvieron lugar esa madrugada.
La oración en el huerto donde vemos la parte más humana de Jesús a la vez que la sumisión a la voluntad del Padre, pidiéndole que “se cumpla tu voluntad y no la mía”. Aceptando su terrible destino, mostrándose así como perfecto hombre y perfecto Dios.
Después, la
traición de Judas, aparte de horrible también necesaria para que se cumplieran las escrituras, y
el prendimiento de Jesús.
Parte fundamental fue
el juicio de los Sacerdotes donde provocó el escándalo entre los judíos. Lo hizo de forma especialmente seria en dos ocasiones, la primera al reafirmar que
levantaría el templo en tres días. Los sacerdotes no entendían de qué hablaba pero s escandalizaron porque, para ellos, el templo era el centro de su vida religiosa y hablar de esa manera de su destrucción y su reconstrucción les escandalizaba.
Pero el gran escándalo, cuando
se rasgaron las vestiduras (y eso no es una expresión, es literal ya que esa era la forma que tenían de escenificar ese escándalo que sentían), fue cuando le preguntaron si él era el Mesías y respondió:
“Yo soy”. Eso que fuera de contexto nos parece una tontería, en su contexto fue especialmente grave, ya que entre los judíos no se nombraba a Dios por su nombre, y recordemos que cuando se le apareció a moisés en forma de zarza ardiendo, y éste le preguntó por su nombre, le respondió “Yo soy el que soy”. Para el pueblo judío nombrar a Dios era un acto escandaloso y
Jesús no solo se atrevió a decir su nombre sino que se lo aplicó a él mismo. Cosas como esta son las que me hacen gracia cuando oigo a supuestos estudiosos preguntándose si Jesús tenía conciencia de su divinidad, si no la tuviera no podría haber dicho esto.
A partir de ahí ya se suceden de forma precipitada los acontecimientos;
el pecado de Pilatos, los castigos físicos y finalmente la crucifixión.
Es también digno de prestarle atención
el camino del calvario. En él se suceden muchas cosas,
se cruza con su Madre, Simón de Cirene le ayuda a llevar la cruz, la Verónica le limpia el rostro, es despojado de sus ropas que son repartidas o jugadas a suerte, es clavado en la cruz, y las terribles y dolorosísimas caídas. Las caídas, según la imagen que habitualmente se representa de Jesús cargando con la cruz, no tendrían por qué ser dolorosas ya que se podría apoyar en la misma cruz para amortiguar el golpe contra el suelo, pero lo que realmente cargaba era el travesaño, el brazo horizontal de la cruz, pasado por su espalda y con ambos brazos extendidos y firmemente atados al madero. En esa posición, un traspié hace que caigas inevitablemente y, al no poder extender los brazos hacia delante, la única forma de no recibir todo el golpe en la cara es doblar las piernas y recibir la parte fuerte del golpe en las rodillas para, a continuación, caer sobre el pecho y la cara. El dolor debe ser considerable.
Según la opinión de diversos médicos,
un hombre normal no sería capaz de aguantar toda la pasión, habría caído desmayado por el dolor mucho antes de llegar a la crucifixión. Lo que hace pensar que Jesús tenía algo fuera de lo normal. Para los cristianos es evidente: su divinidad.
Tras esto llega
la crucifixión y muerte, también cargadas de señales;
los ladrones, la esponja empapada en vinagre, la explicación de la maternidad de la Virgen (“Ahí tienes a tu madre”, “ahí tienes a tu hijo”), la petición de perdón a Dios porque no sabían lo que hacían, el oscurecimiento del cielo, el hecho de que muriese sólo un rato después de crucificarlo cuando lo normal es que un crucificado muera por asfixia tras muchas horas de agonía, etc.Luego, el Señor es bajado de la cruz (
descendimiento) y entregado a los brazo de su Madre. Después
sepultado.
A los tres días, tal como recordamos el Domingo de
Resurrección, las mujeres encuentran el sepulcro abierto y los discípulos entran comprobando que está vacío. Podríamos hablar largo y tendido sobre el sudario y si es o no el de Turín, pero no es el momento.
Después las
apariciones. Aunque quizá no sea esa la palabra adecuada. En el evangelio leemos:
…estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros».
Fijaos en que dice ”se presentó” y no ”se apareció”, dejando claro que no se trataba de una imagen espectral ni nada parecido, sino de Él mismo con un cuerpo tangible.
En este momento les dice “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”, que es lo mismo que instaurar el sacramento de la penitencia.
Después de aquello se apareció de nuevo ante los discípulos y esta vez con Tomás entre ellos: “no seas incrédulo sino creyente” a lo que Tomás responde esa frase tan hermosa de “Señor mío y Dios mío”, y finalmente dice el Señor: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído”.
Como podéis ver la Semana Santa es el centro de la fe cristiana, en ella se concentran la mayor parte de nuestras creencias y la base de nuestros ritos. Evidentemente la Navidad y la vida pública de Jesús hasta su llegada a Jerusalén también son fundamentales, pero es interesante ver cómo en unas pocas horas, en unos pocos días, se concentra de tal manera el mensaje de Cristo.
Ya finalizo no sin antes recordaros que este es un buen momento para pedir perdón a Dios por todas esas veces que no hacemos que esté orgulloso de nosotros y recordar que el pecado es, en cierto modo, la renovación de la pasión de cristo.
Por último, el rezo del Santo Rosario cobra especial sentido en Navidad (misterios gozosos) y en Semana Santa (misterios dolorosos y gloriosos). Es más que recomendable.
PD: los cristianos tenemos gran respeto a la tradición, y os recuerdo a los que seáis padrinos, que en pascua es tradición regalar huevos de chocolate y roscones a los ahijados, así que ya os estáis poniendo las pilas ;o)
Actualización: ¡Ups! Con las prisas he olvidado mencionar dos cosas importantes; la primera y más importante es que todo este sufrimiento de Jesús cobra todo su sentido cuando tenemos presente que estaba redimiendo al hombre. La segunda es la negación de Pedro, si él fue capaz de negar a su Señor tres veces, ¿qué no haremos nosotros?
Estas dos cosas las dejo para meditar cada cual.