Sí, lo sé, hace ya días que empezó, exactamente el Miércoles de Ceniza, pero es que la vida no me da para más y por eso llego con un poco de retraso a poner un post como éste.
Pues bien, como ya sabéis ha dado comienzo
la Cuaresma, periodo de preparación para la Semana Santa, de penitencia, limosna y oración. Cuarenta días desde el martes de
carnal (carnaval) al Domingo de Ramos, día en que comienza la Semana Santa conmemorando la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén:
“No temas, hija de Sión; mira que viene tu Rey montado en un pollino de asna” (Jn 12, 15).
Pongo a continuación unos textos que precisan pocas explicaciones:
Tentaciones en el desierto (Mt 4, 1-11)
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» Mas él respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.»
Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.» Jesús le dijo: «También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.»
De nuevo le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.» Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto.»
Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían.
Con palabras prácticamente idénticas lo cuenta también S. Lucas (Lc 4, 1-13).
No hay mucho que decir; cuarenta días de ayuno y oración, y el poder de Dios se muestra muy por encima del maligno. Con este evangelio comenzamos la Cuaresma.
Más:
Punto 301 del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica:
¿De qué modos se expresa la penitencia en la vida cristiana?
La penitencia puede tener expresiones muy variadas, especialmente el ayuno, la oración y la limosna. Estas y otras muchas formas de penitencia pueden ser practicadas en la vida cotidiana del cristiano, en particular en tiempo de Cuaresma y el viernes, día penitencial.
(Sobre esto mismo habla el apartado 1434 del Catecismo de la Iglesia Católica.)
He aquí las tres formas de penitencia que definen de alguna manera la Cuaresma, y a la tercera de ellas, la limosna, dedicó este año
su mensaje sobre la Cuaresma el Papa Benedicto XVI, recordándonos el sentido que tiene y que
la mejor limosna es darnos a nosotros mismos.
Y acerca del ayuno, o más exactamente de la abstinencia de comer carne, convine también recordar algunas cosas, por ejemplo (y recordando que la abstinencia es un precepto de la Iglesia):
Punto 431 del compendio del Catecismo de la Iglesia Católica:
¿Qué finalidad tienen los preceptos de la Iglesia?
Los preceptos de la Iglesia tienen por finalidad garantizar que los fieles cumplan con lo mínimo indispensable en relación al espíritu de oración, a la vida sacramental, al esfuerzo moral y al crecimiento en el amor a Dios y al prójimo.
Siempre que me surge, por el motivo que sea, una conversación en la que se toca este tema, sucede lo mismo: alguien, muchas veces católico convencido, dice que hoy por hoy es absurdo el no comer carne, que eso tenía sentido hace mucho tiempo, cuando la base de la alimentación era la carne, pero ahora cualquier persona tiene a su alcance un pescado de calidad e incluso muchos se pueden permitir una mariscada de vez en cuando. Según ellos, “pues menudo sacrificio el pegarse una mariscada por no comer carne”. Por otro lado también sale siempre aquello de “¿y si un pobre no tiene, o no puede conseguir, otra cosa para comer que no sea un trozo de carne?”.
Hay tres cuestiones que debemos tener en cuenta respecto a esto; en primer lugar
no se trata de llevar las cosas a extremos absurdos, así pues, si una familia no tiene recursos y tan solo puede comer carne un viernes de cuaresma, no comete ninguna falta por no cumplir el precepto, ya lo compensa con los sacrificios que debe pasar debido a su falta de recursos. También están dispensados de este precepto aquellos que, por motivos de salud, estén obligados a seguir una dieta estricta que les obligue a comer carne los viernes de Cuaresma, e incluso se dispensa si con el rechazo de la carne se corre serio riesgo de ofender, como puede suceder con una invitación de compromiso, aunque esta situación es muy extraño que se llegue a dar y no se pueda rehusar educadamente y sin ofender.
En segundo lugar hay que tener en cuenta
la conciencia de cada uno, esto quiere decir que si consideramos que no estamos haciendo ningún sacrificio por poder comer un buen pescado y marisco, pues
hacemos otro sacrificio, pero siempre además de cumplir con el precepto. Es precisamente la conciencia de cada uno, como fuente de nuestras acciones, lo que se va juzgar para abrirnos o cerrarnos las puertas del Cielo, y con ello nuestra voluntad y esfuerzo para formar correctamente nuestra conciencia.
Y por último, hay que ser conscientes del
verdadero sentido de la práctica de la abstinencia de comer carne. La abstinencia no busca un sacrificio en el mero hecho de no comer esto o aquello. Pensemos con un poco de detenimiento lo que supone cumplir el precepto: a la hora del café, por ejemplo, tendremos que tener cuidado de no tomar ese mini-bocadillo de jamón que solemos tomar, o ese pinchito que nos ponen con la Coca-cola que es de jamón York. A la hora de la comida, tendremos que pensar qué podemos preparar que no contenga carne o, si comemos fuera de casa, tendremos que preocuparnos de pedir algo que no contenga carne. Lo mismo sucede con la merienda y con la cena. ¿Qué hemos conseguido con ello aún cuando lo hayamos sustituido por una riquísima ensaimada con el café, una mariscada de comida, una merienda a base de chocolates y una cena de cualquier otra cosa deliciosa? Pues que cada vez que se nos ha presentado la comida delante a lo largo del día,
nos hemos acordado de Jesucristo. ¿Os parece poco? ¿Cuántas veces pensamos, normalmente, a lo largo del día en Jesucristo? La mayoría no más de una o dos y si llega a eso. Pues de esta manera, a las veces que lo hacemos normalmente añadimos todas las comidas. Con ello, la misión de la abstinencia ya se ha cumplido.
No hay que buscar enormes sacrificios, no es necesario, llega con tener presente al Señor. Si, además de eso, se quieren hacer sacrificios que supongan un esfuerzo especial, pues “miel sobre hojuelas”.
Un abrazo a todos, y espero que aprovechemos este tiempo cuaresmal para acercarnos a Dios, para ayudar al prójimo, para hacer oración y para pedir por todos los que lo necesitan (realmente todos nosotros, como pecadores que somos, lo necesitamos) teniendo especialmente presentes a los que ya no están con nosotros. Preparemos a conciencia la Semana Santa, que está a la vuelta de la esquina.