Pues bien, yo lo tengo claro, clarísimo: el muro de Berlín lo derribó Ronald Reagan, aunque tuvo la inestimable ayuda del Papa Wojtyla, quien preparó el ambiente social en Europa para propiciar la caída, y también, aunque poco, de Thatcher. Sí señor, aquel presidente que había sido actor y al que tanto odia toda la neoprogresía fue un hombre grande en política.
No voy a hablar de sus reducciones de impuestos que provocarían el colapso cardíaco de cualquier político de izquierdas, ni de su política social basada en la libertad individual y cuyos resultados pueden sonrojar a aquellos que se llaman socialistas. No, sólo voy a decir una cosa: Reagan era consciente de que la Unión Soviética se regía económicamente por planes quinquenales calculados milimétricamente que apenas admitían rectificaciones y que cada uno de ellos venía ya condicionado por el resultado del anterior. Eso, para Estados Unidos, que era una potencia económica, era una enorme ventaja. Tan sólo tuvo que llevar a cabo una política miliar determinada.
Además de aumentar en número y en dotación todas sus bases enclavadas en puntos estratégicos, Reagan disparó el presupuesto en todas las actividades relacionadas con la defensa. Esto fue algo que la Unión Soviética no pudo pasar por alto. En plena Guerra Fría no podían permitirse el lujo de quedarse rezagados y de que su enemigo irreconciliable se pusiera muy por delante de ellos en su poderío militar. Por tanto la URSS se vio obligada a responder y elevar sus fondos destinados a defensa. Ello provocó un desajuste en su plan quinquenal que no podía ser solucionado salvo que fuera de corta duración.
No fue así. Reagan continuó su política de gasto en defensa y los soviéticos se vieron en la obligación de responder al órdago. La economía soviética se hundió obligándoles a abandonar el “peso muerto” que suponían los países de la Europa del Este que se mantenían a su costa. Pronto toda la Europa del Este se vio inmersa en una crisis económica. La URSS se disgregó de la mano de Gorbachov, que hizo lo único que podía hacer para evitar una ruina aún mayor, y finalmente el muro de Berlín se vino abajo.
No importa si los martillazos al muro se los dieron las excavadoras de un gobierno o las gentes de un país, el que derribó el muro fue Reagan en su lucha por frenar el avance del comunismo/socialismo que parecía imparable desde Lenin.
Me parece que esta es la única interpretación posible de la realidad, pero claro, como todo, también es discutible ;o)