En mi cine habitual reponían la película La vida de Pi, que en su momento no fui
a ver porque no me acababa de convencer lo que veía en los tráiler. Las
críticas eran estupendas, varios compañeros me la recomendaron, incluso uno de
ellos más o menos cinéfilo y ciertamente exigente en muchas películas que le he
oído comentar, me dijo que la puntuaría con un 7,5. A esto se sumaba que el
precio del cine en lo que ellos llaman reestrenos es de 3,60 euros.
Fui con mis reticencias, sin grandes esperanzas pero con la
curiosidad de ver qué tenía esa película para que todo el mundo la pusiera tan
bien y para que hubiese tenido ese éxito en los premios Óscar. Además de ver
qué valores eran esos que todos me decían que desprendía por todos y cada uno
de sus fotogramas.
Pues bien, el resultado fue que a mitad de película estaba
mirando el reloj a ver cuánto quedaba. A la hora y media estuve tentado de
abandonar la sala, pero decidí esperar a ver si el final arreglaba el
aburrimiento. Al final, salí con la sensación de haber tirado a la basura 3,60€
y dos horas de mi vida.
EL único valor que se veía fue el no insultar a otras
creencias, respetarlas. Por lo demás, lo único que allí se podía ver era una
buena definición de lo que es el instinto de supervivencia, algo que no tiene
mayor interés. Es cierto que los efectos visuales eran francamente buenos, pero
intentar mantener dos horas largas de película a base de efectos visuales, sólo
lleva al hartazgo.
Si en lugar de un largometraje hubiesen hecho un corto de
media hora con toda la historia, seguramente sería bastante bueno, pero es que
la historia no daba para más que unos 30 minutos.
La gran dirección de la que me hablaban no la vi por ninguna
parte. El estirar una historia hasta el aburrimiento absoluto no parece un
detalle de gran director. Y la actuación del protagonista no parece tampoco el
fruto un gran trabajo de dirección.
La verdad es que no me había parado a pensar en la dirección
hasta que salí, y fue entonces cuando me di cuenta de mi enorme torpeza. El
director de este bodrio es Ang Lee, cuyas tres películas más famosas me
parecieron un horror. Sentido y
sensibilidad la definiría no con palabras sino con un gesto, un enorme
bostezo (el que se repitió en mi cara un montón de veces cuando la vi). El tigre y el dragón la vi en la
televisión y no fui capaz de terminarla, me pareció una estupidez de tamaño
mayúsculo. Y la tercera… pues es la historia, trillada hasta la saciedad, de
chico conoce chica, chico y chica se enamoran, se lían, se enfadan, se separan,
se casan cada cual por su lado, se reencuentran, se dan cuenta de que siguen
enamorados y todo es un problemón, y lo único que esta película aporta al asunto es que en
lugar de ser chico y chica son chico y otro chico. Aparte de eso, en vez de estar
tratado desde algún prisma novedoso, es todo un derroche de corrección política.
Vamos, una bazofia. Por supuesto me estoy refiriendo a Borkeback Mountain.
Con tales antecedentes, sólo a mí se me ocurre ir al cine a
ver una nueva película del “genio”. Ahora ya no tiene remedio. ¿Qué le vamos a
hacer? Tonto que es uno.
1 comentario:
Hola Interruptor, bueno, a mí sí me gustó Sensatez y Sentimientos, pero es que me gusta mucho Jane Austen.
Coincido contigo, demasiada larga la película y no hay mucha trama. Me parecieron buenos los efectos visuales en tercera dimensión, ignoro como se verían en formato normal.
Y sí, lo más rescatable es el respeto a todas las creencias.
Así que sí, coincido contigo. Saludos. Hilda
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