Los alcaldes gallegos se han reunido con el Conselleiro de Sanidade para hablar del problema de la denominada “ingesta masiva de alcohol” y del botellón. Bueno, no todos, por ejemplo el alcalde de Vigo, el socialista Abel Caballero, no ha tenido a bien asistir, debe ser que considera que este problema no afecta a esta ciudad, será porque no sale nunca un viernes a las 7:30 am. Y no se cruza con jóvenes borrachos como cubas que terminan la juerga de la noche del jueves, o que no sale a cenar los viernes ni los sábados.
Parece que todos están de acuerdo en no crear los llamados “botellódromos” y además insisten en no tomar medidas coercitivas (esas mismas que usan multando y retirando tu coche con la grúa cuando aparcas en una plaza reservada para minusválidos de las que más del 60% no se utilizan jamás). Pero resulta que van a estudiar la posibilidad de elaborar leyes que impidan el consumo de alcohol en la vía pública. A mí que me expliquen como se come eso de no tomar medidas coercitivas y a la vez prohibir y multar.
De todas formas, el aspecto en el que pretendo centrarme es otro: la raíz, el motivo del botellón.
Soy consciente de que es un tema complejo y en el que influyen muchísimos factores, y sé que hay un componente de enorme importancia que es la educación. Pero a pesar de todo ello me gustaría comentar algunas cosas que yo percibo.
En primer lugar quiero decir que el botellón no es un invento de los últimos 5 años, doy fe de que hace más de 20 años, algunos jóvenes de 17 y 18 celebraban fiestas en parques y jardines públicos idénticas al actual botellón, sólo que se solían buscar lugares apartados donde no se molestase a nadie y después se dejaban más o menos recogidos. Era bastante típico para celebrar los cumpleaños porque no se disponía de dinero para invitar a diez amigos a copas dentro de locales, pero sí se podían comprar botellas en un supermercado y tomar las copas en un parque.
En segundo lugar, sé que hay muchos jóvenes que consumen alcohol hasta caer al suelo, pero eso no es exclusivo del botellón, también ocurre entre los que van sólo a locales. También en mis tiempos de salidas semanales había algunos que empezaban a las 8 de la tarde a tomar chupitos de todo lo que se les ocurría, mezclando de todo, y a las 9 o 9:30 estaban por el suelo. Eso es a lo que hay que hay que prestar especial atención en la educación que damos a nuestros hijos, hay que enseñarles a beber. Pero si vemos un botellón podemos comprobar que, si bien hay unos cuantos borrachos que llaman mucho la atención, hay muchísimos que no se emborrachan, luego lo de “ingesta masiva de alcohol” es relativo.
Yo estoy convencido de que a más del 75% de los jóvenes que asisten regularmente a los botellones, no les gusta estar pasando frío en la calle, ni ir al supermercado a comprar botellas ni cargar con las bolsas. Estoy seguro de que preferirían estar dentro de un local resguardados del frío, sin tener que preocuparse de comprar nada y sin que la policía venga a incordiarles. Pero cuando yo tenía 18 años y empezaba en la facultad, mi paga me daba para salir una noche a la semana y consumir tres copas, o una copa y tres o cuatro cervezas. Incluso a veces me daba para dos noches. Recuerdo que disponía de unas 1.000 pts. para la noche y las copas costaban unas 300 pts. No sé cuanto cuesta ahora una copa en un local nocturno, pero la última vez que tomé una en uno de esos sitios me costó más de 6 €, y de esto hace ya algún tiempo. No sé el dinero del que disponen la mayoría de los jóvenes, pero supongo que gastarse 30 € por noche les resulta demasiado caro.
Por otro lado, el volumen al que ponen la música en ese tipo de locales te impide completamente poder mantener una conversación. Cuando yo salía con mis amigos a tomar unas copas, huíamos de los locales con la música demasiado alta como del demonio, porque si salíamos con amigos era para poder hablar, para estar callados no necesitábamos salir con nadie.
Estoy convencido de que el rebajar los impuestos sobre las bebidas permitiendo precios más baratos, el control del volumen en los locales y algunas otras medidas sobre estos negocios, como el control sobre la edad que exigen a los clientes en muchos sitios para servirles alcohol, es la solución para reducir considerablemente el botellón y para controlar la famosa “ingesta masiva”.
Por supuesto que esto es sólo mi opinión y que seguro que muchos tenéis opiniones diferentes, pero es lo que pienso.
Parece que todos están de acuerdo en no crear los llamados “botellódromos” y además insisten en no tomar medidas coercitivas (esas mismas que usan multando y retirando tu coche con la grúa cuando aparcas en una plaza reservada para minusválidos de las que más del 60% no se utilizan jamás). Pero resulta que van a estudiar la posibilidad de elaborar leyes que impidan el consumo de alcohol en la vía pública. A mí que me expliquen como se come eso de no tomar medidas coercitivas y a la vez prohibir y multar.
De todas formas, el aspecto en el que pretendo centrarme es otro: la raíz, el motivo del botellón.
Soy consciente de que es un tema complejo y en el que influyen muchísimos factores, y sé que hay un componente de enorme importancia que es la educación. Pero a pesar de todo ello me gustaría comentar algunas cosas que yo percibo.
En primer lugar quiero decir que el botellón no es un invento de los últimos 5 años, doy fe de que hace más de 20 años, algunos jóvenes de 17 y 18 celebraban fiestas en parques y jardines públicos idénticas al actual botellón, sólo que se solían buscar lugares apartados donde no se molestase a nadie y después se dejaban más o menos recogidos. Era bastante típico para celebrar los cumpleaños porque no se disponía de dinero para invitar a diez amigos a copas dentro de locales, pero sí se podían comprar botellas en un supermercado y tomar las copas en un parque.
En segundo lugar, sé que hay muchos jóvenes que consumen alcohol hasta caer al suelo, pero eso no es exclusivo del botellón, también ocurre entre los que van sólo a locales. También en mis tiempos de salidas semanales había algunos que empezaban a las 8 de la tarde a tomar chupitos de todo lo que se les ocurría, mezclando de todo, y a las 9 o 9:30 estaban por el suelo. Eso es a lo que hay que hay que prestar especial atención en la educación que damos a nuestros hijos, hay que enseñarles a beber. Pero si vemos un botellón podemos comprobar que, si bien hay unos cuantos borrachos que llaman mucho la atención, hay muchísimos que no se emborrachan, luego lo de “ingesta masiva de alcohol” es relativo.
Yo estoy convencido de que a más del 75% de los jóvenes que asisten regularmente a los botellones, no les gusta estar pasando frío en la calle, ni ir al supermercado a comprar botellas ni cargar con las bolsas. Estoy seguro de que preferirían estar dentro de un local resguardados del frío, sin tener que preocuparse de comprar nada y sin que la policía venga a incordiarles. Pero cuando yo tenía 18 años y empezaba en la facultad, mi paga me daba para salir una noche a la semana y consumir tres copas, o una copa y tres o cuatro cervezas. Incluso a veces me daba para dos noches. Recuerdo que disponía de unas 1.000 pts. para la noche y las copas costaban unas 300 pts. No sé cuanto cuesta ahora una copa en un local nocturno, pero la última vez que tomé una en uno de esos sitios me costó más de 6 €, y de esto hace ya algún tiempo. No sé el dinero del que disponen la mayoría de los jóvenes, pero supongo que gastarse 30 € por noche les resulta demasiado caro.
Por otro lado, el volumen al que ponen la música en ese tipo de locales te impide completamente poder mantener una conversación. Cuando yo salía con mis amigos a tomar unas copas, huíamos de los locales con la música demasiado alta como del demonio, porque si salíamos con amigos era para poder hablar, para estar callados no necesitábamos salir con nadie.
Estoy convencido de que el rebajar los impuestos sobre las bebidas permitiendo precios más baratos, el control del volumen en los locales y algunas otras medidas sobre estos negocios, como el control sobre la edad que exigen a los clientes en muchos sitios para servirles alcohol, es la solución para reducir considerablemente el botellón y para controlar la famosa “ingesta masiva”.
Por supuesto que esto es sólo mi opinión y que seguro que muchos tenéis opiniones diferentes, pero es lo que pienso.
4 comentarios:
El "botellón" no es el problema,si no la manifestación de un problema,que es la perdida de valores y de criterios de una juventud,absolutamente fuera de cualquier planteamiento o proyecto de vida,que no sea el nihilismo.
gutiforever no anda lejos de la verdad. No es que el botellón es sí sea malo (salvo las molestias que puede originar a los vecinos, que es lo peor)sino que esos jóvenes podían también dedicarse a otros menesteres como informarse y preocuparse de lo que pasa en su país.
Cuando yo tenía veinte años, nos lanzábamos a la calle a protestar por lo que hiciera falta, ahora parece que ese espacio es sólo para las juergas.
Saludos.
Sinceramente estoy hasta las narices de que con las personas que cumplimos con las normas y leyes, a la mínima ocasión se nos castigue con una suculenta multa, con la seguridad de que la tenemos que pagar, y después con todos estos que incumplen la ley y no tienen en el mayor de los casos ni oficio ni beneficio, o simplemente es políticamente incorrecto, estén siempre buscando soluciones para no aplicar la ley. Acabo de escribir una entrada relacionada con el tema de la impunidad de algunos, saludos.
Aún con todo dicen que hay un bar por cada 129 habitantes en España.
Y luego dicen que hay sequía xD
Publicar un comentario